sábado, 20 de octubre de 2012

¡Feliz día de la madre!



Mañana se festeja en Argentina el Día de la Madre. Desde hace varias semanas la televisión, los diarios y las revistas nos vienen bombardeando con imágenes de mujeres bellas, jóvenes e inevitablemente vestidas de blanco que miran con ternura a sus hijos y sonríen extasiadas. Los niños también son bellos, impecables, bien peinados y bien comportados. El halo de felicidad y beatitud que emana de la madre y sus retoños opaca a los perfumes, lavarropas y celulares de última tecnología, al punto de que muchas veces ni siquiera recordamos de qué se trataba el aviso. 





Las publicidades del Día de la Madre muy raramente se ocupan de mujeres adultas con hijos adolescentes; prefieren navegar las aguas seguras del edulcorado vínculo de la primera infancia tal como aparece en las láminas enmarcadas de la sala de espera de los obstetras. 


Es cierto que algunas empresas han actualizado sus mensajes para incluir ciertos rasgos de normalidad y modernidad en su representación de las madres. Hay campañas gráficas  y televisivas que muestran mamás "casi" de carne y hueso (¡hay muchos videos divertidos de avisos que se pueden ver en You Tube!). Sin embargo, "algo" subsiste del modelo canónico que nos lleva a las mujeres, los hombres, los hijos y  la sociedad a seguir cayendo en la mitología de la madre santa. 

La última tendencia en publicidad prefiere mostrar a Mamá como la más divertida, la más compinche, la amiga del alma. Mamá aparece corriendo, jugando, hamacándose junto a sus hijos con cara de pícara, pintando con los chicos con una simpática mancha roja en la nariz. ¡Ahh! ¡Qué lindo!, suspiramos. Nos enganchamos en el espíritu dulzón de la fiesta y nos olvidamos que cualquier madre que haya decidido embarcarse en la aventura de pintar con niños menores de diez años sabe que los botes de pintura no se mantienen verticales por mucho tiempo, que las manitos apenas manchadas de la fotografía estarían estampadas en las paredes, en los muebles, en la ropa de los chicos y en su propio vestido.




Para que siempre pueda estar junto a nosotros cuando la necesitamos, anuncia por la tele una empresa de telefonía móvil. ¿Será una expresión de cariño sincero o una amenaza? La madre, joven, bella e impecable como siempre, aunque ahora vestida con un trajecito color visón, interrumpe una reunión en la oficina para atender a su hija de seis o siete años. Lo que la niña le cuenta parece ser muy interesante: la mamá sonríe, se sorprende y le envía un beso antes de colgar. Los otros participantes de la reunión, un hombre sesentón que podría ser su jefe y otra mujer joven, también sonríen, enternecidos y comprensivos. 
Bajemos a la realidad: ¿qué le pasa a una mamá normal si su celular suena cuando está en una reunión y la pantalla dice “Casa” o el nombre de un hijo? Probablemente lo primero que piense es que ha ocurrido una catástrofe, porque ya les explicó a los chicos una y cien veces que no la llamen en horario de trabajo si no es por algo muy importante (para lo que no es importante ya los llama ella tres o cuatro veces al día). La urgencia del hijo suele deberse a que un hermano lo está molestando, que no encuentra la tarea de inglés en la mochila o que la nena de quince tiene una fiesta esa noche y no sabe qué ponerse. Tranquilizada y furiosa a la vez por la banalidad del llamado, pide disculpas y se retira a un rincón perseguida por miradas serias y algún bufido de impaciencia de alguno de los presentes. Contesta con monosílabos, trata de apurar la charla y a duras penas se aguanta las ganas de estallar en improperios (no es cuestión de hacer un papelón en la oficina, ya más tarde se desquitará en casa). Cuelga lo más rápido que puede, otra vez pide disculpas y trata de concentrarse de nuevo en el tema que se estaba tratando. No es fácil. 


Pero tampoco es taaan difícil. Es así. Es como es. Hoy somos mamás multi-tasking, hacemos de todo y lo hacemos lo mejor que podemos. Cada día tenemos momentos preciosos con nuestros hijos, pequeños estallidos de luz, ternura, satisfacción y alegría, y también de los otros, cuando nos sentimos abrumadas, irritadas, culposas, excesivamente demandadas por lo que “deberíamos” ser en tantos frentes al mismo tiempo.

Disfrutemos esta fiesta con orgullo por todo lo que efectivamente hacemos bien, sin necesidad de agregarle azúcar ni halos radiantes. Despeinadas, cansadas, imperfectas, aceptemos las ofrendas de amor de nuestros hijos también despeinados, revoltosos e imperfectos, sean secadores de pelo, lavarropas (tienen su utilidad, ¿no?), deliciosos bombones, cartitas, dibujos, exquisitos collares y posavasos hechos a mano por los pequeños o el lacónico mensaje de texto de un hijo adolescente.  


Madres cariñosas, sobreprotectoras, exigentes, malcriadoras, compinches, ocupadas, tiernas, meteretas, alegres, malhumoradas, biológicas o adoptivas, acompañadas o solas, únicas, perfectamente imperfectas:

¡¡¡¡Feliz día para todas!!!!



(Nota: Mientras buscábamos imágenes para este post nos sorprendió agradablemente darnos cuenta de lo democrática y "normal" que es la Internet. Hagan la prueba: escriban "madre", "madre perfecta" o "día de la madre" en el cuadro de búsqueda y verán que hay todo tipo de imágenes: divas, divinas, feas, jóvenes, viejas, flacas, gordas, contentas, hartas, etc. ¡Muy interesante! ¿Por qué será que las publicidades insisten en un tipo ideal de madre? ¡Bravo por la variedad de las madres virtuales!)

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