jueves, 4 de octubre de 2012

¿Para qué sirve este blog?



Que seamos madres perfectamente imperfectas quiere decir que muchas veces somos amantísimas y equilibradas y otras veces… no tanto. Que a menudo podemos ayudar a nuestros hijos a enfrentar sus dificultades y otras veces…,bueno, otras veces hacemos y decimos cosas que embarran más de lo que limpian. Y ahí es cuando aparecen los sentimientos de culpa.
¿Quién no se ha sentido alguna vez una bruja, un monstruo, una madrastra de cuento, una Cruella de Vil? ¿Con qué frecuencia? ¿Una vez al mes? ¿Una vez al día? ¿A cada rato? 
Cada vez que nos equivocamos, cada vez que los chicos tienen problemas que se resisten a resolverse, la vocecita insidiosa de la culpa nos taladra el cerebro. Nos llenamos de dudas y reproches, nos castigamos, nos enojamos con nosotras mismas. Debería ser más paciente, tendría que ser más estricta, más permisiva, menos gritona… Nos decepciona reconocer que no somos las madres que deberíamos ser. Por carácter transitivo, al rato nos enojamos con nuestros hijos, o algo de lo que son o de lo que no son, de lo que hacen o dejan de hacer, nos decepciona. "Ellos"  son los que nos irritan, nos vuelven locas, no nos entienden, nos lastiman. Nos declaramos víctimas y nos preguntamos por qué otras tienen la suerte de tener hijos perfectos y a nosotras nos tocó esto en el reparto. Es que así como tenemos expectativas irreales sobre lo que deben ser las buenas madres también idealizamos lo que deberían ser y hacer los hijos.
Tres segundos más tarde, la culpa que echamos por la puerta vuelve a entrar por la ventana: ¿Cómo voy a pensar así de mi hijo? ¿Cómo puedo tener sentimientos tan feos? Inevitablemente llegamos al signo de pregunta más temido: ¿Seré una mala madre?
Entonces, para reparar lo que presumimos como una falta, volvemos a la acción y nos esforzamos todavía más: si ya éramos estrictas, ponemos más límites; si ya éramos exigentes, demandamos más; si ya teníamos la tendencia a malcriarlos, los consentimos más. O sea: hacemos más de lo mismo.
Mientras tanto, los chicos bailan con nosotras este tango de acción y reacción. Cuanto más nos esforzamos, más conseguimos lo opuesto de lo que nos proponíamos. Ellos se enojan más, reclaman más, nos echan más culpas, nos ignoran, se encierran, nos tratan de locas. El juego va escalando: entre trucos, retrucos y vale cuatros el problema se vuelve cada vez más gordo. Algunas veces ganan ellos, otras nosotras. Pero en la cuenta final no gana nadie y perdemos todos.
Seguramente la lectura de este blog no resuelva las dificultades que implica ser madre hoy. Nada más lejos de nuestra intención que ofrecerles otro manual pretencioso que les diga lo que tienen que hacer y las guíe hacia la luz. Sabemos lo difícil que resulta criar y educar a los hijos, y lo complicado que a veces puede ser encontrar un criterio apropiado para ayudarlos a crecer y comunicarse con ellos. Por eso aquí no van a encontrar consejos ni recetas para convertirse en madres perfectas. Nos parece mucho más interesante plantear preguntas que nos ayuden a pensar los problemas desde un lugar donde podemos resolverlos. 
Les deseamos que cada una pueda disfrutar sin culpa de su propia y perfectamente imperfecta manera de ser madre. 

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