jueves, 11 de octubre de 2012

Los mitos de la madre santa



Kiki Suárez

Se da por supuesto que una buena y santa madre
  •  tiene instinto maternal
  •  ama incondicionalmente a sus hijos y se entrega absolutamente a ellos 
  •  es responsable de todo lo que les pasa 

¿Quién lo dice? En realidad, todos y nadie. Nadie, porque son máximas no escritas, y todos porque están grabadas en el caracú mental de la sociedad y la cultura de Occidente a la que pertenecemos.
Es indiscutible que las mujeres sabemos y podemos amar a nuestros hijos profundamente, con el alma y el corazón; que los nutrimos, los mimamos, los educamos, los disfrutamos, les damos nuestra atención y buena parte de nuestro tiempo. También es cierto que cuando traemos un hijo al mundo asumimos el compromiso de hacer lo mejor que podamos para que crezca sano y feliz. 
Lo que cuestionamos es que estas máximas sean inmutables, universales y eternas. 
El modelo de la madre santa funciona a la vez como dique de contención y como cárcel. Es útil para orientarnos, pero puede dejarnos atrapadas en las exigencias de lo que una buena madre debería pensar, sentir y hacer. Cargadas con esa definición monocromática, en lugar de aceptar que somos humanas y hacemos lo mejor que podemos, nos esforzamos por hacer Lo Mejor, con mayúscula, y si esto no funciona como esperábamos, si los hijos tienen dificultades o tenemos conflictos con ellos, nos sentimos culpables. Nos castigamos por haber roto las tablas consagradas en el altar de La Madre. 
Entonces, con la mejor intención de reparar el daño, nos esforzamos más. ¿Cómo? Haciendo más de lo mismo. Gritamos más, cedemos demasiado, nos volvemos todavía más dramáticas, más estrictas o ............(espacio cedido para que cada una complete con su reacción habitual). Y cuando hacemos eso(ver lo completado en la línea punteada),el hijo/la hija responde ............; entonces nos sentimos ............) y reaccionamos haciendo ............),y así, ad infinitum.
Cuando nos ataca la culpa, sin darnos cuenta caemos en conductas repetidas que nos llevan, a nosotras y a nuestros hijos, a un callejón sin salida.(De esto sí vamos a seguir hablando ad infinitum). 
¿Conocen el refrán Hijos pequeños, problemas pequeños; hijos grandes, problemas grandes? Reformulemos


Ideales pequeños, problemas pequeños; 
ideales grandes, problemas grandes. 

Si apuntamos a ganar la medalla a la Madre Perfecta preparamos el caldo para el conflicto y el drama.  
Por eso las invitamos a poner los mitos de la madre santa sobre la mesa y proceder a examinarlos, y desafiarlos, uno por uno.




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