El mito del instinto materno tiene su origen en
la creencia de que existe una natural disposición para concebir,
nutrir, cuidar, proteger y amar a las crías. Este instinto, se dice, es
biológico: les viene dado a las mujeres por su condición de hembras mamíferas.
Se afirma, además, que es universal, que “viene” en el ADN de todas las
mujeres, sean madres o no (es por eso que, todavía hoy, se tiende a ver a las
mujeres sin hijos como incompletas o desviadas). La maternidad está tan
identificada con este instinto amoroso natural que cuando salen a la luz
historias de mujeres que abandonan a sus hijos o que los maltratan, se habla de
“madres desnaturalizadas”.
¿Es así? ¿Es cierto que el instinto materno
“viene” en los genes de especímenes humanos dotados de útero y mamas?
En realidad, no hay ninguna prueba científica que avale esta creencia. Ningún
estudio ha revelado la presencia de un gen que pueda vincularse con el amor y
el cuidado maternal ya sea antes de la concepción, durante el embarazo o
después del parto. Existen, sin duda, factores biológicos en la maternidad,
como las hormonas de la prolactina y la oxitocina que se ponen en marcha
durante el embarazo. Sin embargo, no son determinantes: no todas las mujeres
sienten la necesidad de tener hijos, ni de amamantarlos.
Si el instinto maternal fuera un imperativo biológico, ¿cómo
se explica la conexión afectiva entre una madre y sus hijos adoptivos? La
realidad demuestra que los lazos amorosos no son el resultado de un instinto
natural sino de un proceso de interacción humana.
Lejos de ser la cosa más natural del mundo, el instinto
maternal es una construcción cultural que se fue gestando en Occidente a partir
de las necesidades de cada época para definir los roles del hombre y de la
mujer. Debido a sus diferentes biologías, lo femenino quedó vinculado a la
Naturaleza: la crianza del niño se volvió patrimonio exclusivo de las mujeres y
fue relegada a la esfera doméstica. Como contraparte, lo masculino fue
identificado con la Cultura, aquello que trasciende y domina lo natural y se
desenvuelve en el ámbito público. Algo así como "Mi, Chita. Tú,
Tarzán."
Para desafiar el mito del instinto materno hagamos un breve
recorrido histórico y antropológico y veamos cómo fueron cambiando el concepto
de madre y las exigencias del rol en las distintas épocas y culturas.
Tengo 34 años, vivo sola en una casa mágica, estuve casada durante un corto y olvidable tiempo. No tengo la mas mínima intención de volver hacerlo, y mucho menos de tener hijos.
ResponderEliminarAdoro mi vida tal cual es, quiero vivirla del modo en que lo hago, y detesto tener que explicar mi continuamente mi decisión.
Me encantan los niños (ajenos), amo jugar con mis sobrinos, pero no quiero tener hijos propios.
Es una opción que vivo con naturalidad, me parece fantástico que mis amigas vayan convirtiéndose en madres, modifiquen sus vidas sociales y laborales, (dicho sin ninguna ironía.)
Pero a cambio me gustaría que ellas (en tanto voceras de la sociedad en que vivimos), puedan aceptar con la misma naturalidad que otras mujeres no sientan el mismo deseo, y aparten de su discurso la idea subliminal acerca del egoísmo que "esconde" mi decisión.
Eso de la casa mágica me encantó y me dio mucha curiosidad!
ResponderEliminarEstamos a caballo entre dos paradigmas, el de la madre santa y el nuevo que estamos construyendo las mujeres con nuestras decisiones. Siempre pasa un tiempo antes de que los que se animan primero a romper los mitos sean entendidos. Está muy bueno elegir la manera en que uno quiere vivir y dejar vivir a los demás sin ironía.
Un abrazo y gracias por tu comentari